miércoles, agosto 02, 2006

Dirección San Pablo


Bajó las escaleras apresurado con la certeza de que algo bueno iba a pasar. Los andenes estaban llenos, el aire viciado y el metro se demoraba más de lo habitual; una extraña premonición. Llegó. Entró. Se quedo parado mirando al vació, el reflejo del vidrio le produjo una extraña simpatía: tras todos los rostros de cansancio, estrés, desesperanza y un cierto grito de auxilio, se rescataba desde lo hondo una pequeña sonrisa, cara serena, piel tersa, clara y unos ojos profundos que prometían, que prometían el Todo, la Nada y la Muerte. Se dio vuelta, sus ojos quedaron fijos, observándose unos a otros por un tiempo eterno y miserable, pasando su vida completa, con ella, en ellos. El metro empezó a detenerse. Se abrieron las puertas. Se bajó. Nunca más se vieron.